Tranquilo, sosegado, paciente, previsor, atento a cualquier murmullo mío. No me exige más de lo que soy capaz de dar, y sobre todo me ha enseñado ocasos cálidos, amaneceres increibles, horas de paz indescriptibles. Ha hecho que delfines, ballenas, tortugas y bancos de atunes, naden a mi alrededor. ¡Ahh! y cuando todo lo que me envolvía era blanco con un viento ensordecedor, me hacía subir la adrenalina llevandome a surcar y saltar entre las olas de espuma.
Quiso saber hasta que punto nos sincronizamos así que pronto pasó a cuidarme solo, aunque manos pequeñas y suaves siempre me acariciaron.
Me paseó por todo el Mediterraneo, hasta los confines de Grecia, viendo la mítica Itaca. Al regreso de allí me explico entre susurros una nueva singladura, un reto para los dos. EL VIAJE DEL ANTULL.
No me he presentado me llamo Antull, que en catalán significa antojo. Y tengo el gran desafío de miles de millas por delante.
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